viernes, 25 de marzo de 2016

23 de Marzo. Seguir Adelante y Adaptarse (+ Diario de Barichara a El Socorro)

Fotos: Marika Latsone

Barichara - Socorro (Santander) = 44 km. 


Fotos: Marika Latsone



Llorar no es de débiles; nacimos llorando porque llorar es coger aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante. Lloro como una magdalena cuando veo Barichara alejarse en el espejo retrovisor. Han sido dos meses de trabajo intensivo a orillas de un precipicio mágico, el Cañón de Chicamocha, en el pueblo más pintoresco de Colombia. He tenido una suerte tremenda y me han prestado la casa de mis sueños para engendrar y dar luz a mi segundo libro, ¨Taller de Felicidad¨, una guía motivacional para encontrar nuestro camino en la vida. 


Pedaleo con Marika Latsone hacia Socorro, otro pueblo colonial colgado en Los Andes. La pena me invade. Atrás he dejado unas semanas maravillosas. Hacía dos años que no sentía la sensación de seguridad y tranquilidad que te da el tener un hogar, el domir cada dia en el mismo sitio, el no preocuparme por nada. Simplemente existir. La casa regalaba unas vistas privilegiadas del Cañón de Chicamocha desde cualquier ángulo y su estilo rústico y abierto, integrado en el entorno desde dentro, me permitía sentirme libre y conectada con la naturaleza, a pesar de no salir sino para comprar víveres y papel para escribir. 


Foto: Mairka Latsone




Me duele dejar atrás el confort, el hogar, la sensación de pertenecer a un sitio, la tranquilidad de la ausencia diaria de aventura y riesgo, que siempre implica un estrés emocional. Aunque soy adicta a la aventura, de vez en cuando el cerebro necesita un descanso. No se puede vivir con el alma en vilo eternamente sin un paréntesis cada cierto tiempo. Mi alma también necesitaba pararse para reflexionar. Creo que es importante darse un periodo de reflexión para mejorar nuestra vida. Pensar en lo que hacemos bien o mal, en lo que funciona o no funciona, en lo que nos hemos equivocado, en cómo mejorar nuestras relaciones con los demás. Y tomar cartas en el asunto, tomar decisiones y pasar a la acción. 
Foto: Marika Latsone

Iniciamos la jornada desde Barichara a Socorro algo tarde porque tenemos que dejar la casa limpia como una patena y preparada para ser habitada de nuevo. Nos habíamos propuesto salir a las cinco y media de la mañana hacia Socorro pero no logramos estar en la carretera antes de las siete. En estas latitudes el calor a las diez de la mañana es insoportable y es mejor comenzar la jornada al amanecer para terminar antes de las once. En consecuencia el calor nos envuelve después de San Gil y convierte nuestro pedaleo en una agonía para llegar a Socorro. No obstante, las pendientes ascendentes no son las peores del mundo y a excepción de nueve kilómetros desde Barichara al desvío de Villanueva el resto del camino predominan los descensos y las rectas. Exceptuando los últimos cinco kilómetros a Socorro. 

Desde lejos divisamos las prominentes cúpulas renacentistas de la Catedral de Nuestra Señora del Socorro, entre tejados coloniales que se apelotonan sin dejar espacio en las viejas calles sino para una extensa y rica historia. El Socorro tuvo una gran influencia en la Independencia de Colombia y es escenario de grandes acontecimientos que llevaron a los colombianos a darle una patada en el culo al imperialismo español, como la Insurrección de los Comuneros. Nos sentamos en una plaza, frente a la Iglesia Chiquinquirá, pese al calor aplastante, para hacernos fotos en medio de la exquisitez de su arquitectura. Aunque el pueblo no se ha conservado tan bien como Barichara, sigue mereciendo un puesto destacado en la lista de Red Turística de pueblos patrimonio, al que tienen la suerte de pertenecer sólo 17 municipios en colombia. 

Además de incitar a la insurrección y promover la libertad frente al yugo de los españoles, firmándose en sus dominios las primeras Acta de Independencia y Constitución, aquí funcionó el primer peaje de Colombia, se establecieron las primeras fábricas de cerveza, tabaco, hilos y aguardiente, se construyó el primer convento de los monjes capuchinos y se fundó la primera Casa de la Cultura en Colombia. Al parecer, esta gente vivió siempre adelantada a su tiempo. 

Personalmente, lo mejor del pueblo es su gente. Hasta ahora, la más amable de Colombia. 




Y cuando me alejo del municipio a las cinco y media de la mañana del 24 de marzo se revienta el tensor y me quedo tirada en la carretera como una colilla. Así que debemos volver atrás y pasar otro día en este municipio. Pasamos horas buscando un mecánico de bicicletas que abriera en Jueves Santo, porque la Pascua no perdona en estas latitudes y cierran hasta los bares. Pero lo encontramos después de patearnos sus angostas calles de casas pequeñitas y bonitas salpicadas de construcciones modernas y no tan cuidadadas y la maraña de cables que unen las cuadras en un improvisado macramé. 


Don César Cortes me cambia el tensor después de varias horas tostándonos al sol en la puerta de su negocio, Bici Repuestos Cecor, en la calle 11. El hombre es un manitas y hace un gran trabajo. Al no haber cerrado bien la cadena cuando lo caloqué, se trabó en el tensor y se partió torciendo la pieza que une el tensor al cuadro de la bicicleta y partiéndome de paso el tensor y la cadena. Un auténtico desastre que Cesar Cortes soluciona después de una hora de martillazos y vueltas de tuerca. Lo recomiendo al cien por cien. 



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